Lo que empezó hace un tiempo siendo un ruido y pasó a ser un rumor, se está convirtiendo en dramáticas noticias con respecto a la salud de la Justicia en nuestro país. Parece que se está convirtiendo en un grito. Los titulares son cada vez más frecuentes. Las noticias en torno a las irregularidades, las injusticias, las faltas de rigor, la impunidad del Poder Judicial y la falta de independencia son cada vez más claras, más altisonantes y se están convirtiendo en una reclamación popular que, si no se le da solución, podría terminar de una manera no deseada por nadie.
Es importante recordar que esto ya ha ocurrido antes a lo largo de la Historia. La Revolución Francesa se gestó y estalló por las malas decisiones tomadas por los jueces de entonces. Fueron los jueces, con sus sentencias, los que lanzaron a la gente a la calle y… todos sabemos cómo terminó aquello. Citamos a Etienne Dumont y Jeremy Bentham en su libro «De la organización judicial y de la codificación«:
«…tenemos una prueba de esto en la Revolución Francesa. Algunos hechos desgraciados, algunos errores, más bien que prevaricaciones de los Tribunales, habían producido tal disgusto en el público en contra de los parlamentos, que la necesidad de Tribunales nuevos fue una de las peticiones que más se hicieron sentir en la Asamblea Constituyente y uno de los beneficios que ofrecía al pueblo para captar su afecto..»
No parece que llevemos un camino muy diferente actualmente en España.
Atención a algunos de los titulares de estos últimos días.
Pueden leer la noticia pinchando aquí.
Pueden leer la noticia pinchando aquí.
Pueden leer la noticia pinchando aquí.
Del artículo de Don José Antonio Martín Pallín, Magistrado emérito del Tribunal Supremo extractamos una parte:
«…La confianza de los ciudadanos de un país en sus jueces, es una materia intangible muy difícil de medir con criterios de objetividad y certeza. El gran procesalista italiano Pietro Calamandrei, nos dejó un libro emblemático sobre este tema: “Elogio de los jueces escrito por un abogado”. Para que el Poder Judicial funcione como un sistema de contrapesos en un sistema democrático, es fundamental que no solo los profesionales del Derecho sino también la sociedad, en general, mantenga la fe en sus jueces. No se trata de una fe teológica basada en la creencia de lo desconocido, sino de una fe asentada sobre hechos objetivos, como son sus resoluciones y decisiones…
Estamos viviendo momentos críticos para la confianza de los ciudadanos en el Poder Judicial… De Consejo en Consejo, el desprestigio ha ido cabalgando desenfrenadamente hacia el abismo, hasta desenmascararse, de forma brutal y grosera, en el mensaje dirigido por el Portavoz en el Senado del Partido Popular a sus compañeros de bancada… El pornográfico mensaje ha llevado al Poder Judicial al borde del despeñadero y no creo que nadie, con un mínimo sentido de Estado, no sea capaz de admitir que es urgente y necesario corregir esta deriva y restaurar una mínima credibilidad del sistema judicial en la opinión pública…
Lo que verdaderamente legitima al Poder Judicial es la racionalidad de sus resoluciones y la capacidad de explicar, las motivaciones, lógicas y jurídicas, que han llevado a tomar una determinada decisión… Los males del presente tardaran en corregirse, pero no se puede abandonar el intento de rectificar el nefasto rumbo actual. Nos puede ayudar la vuelta a los orígenes de nuestro constitucionalismo…«
Y atención a los que los propios Jueces, miembros del Tribunal Supremo, dicen de sus compañeros en el artículo referenciado de ElDiario.es:
«…Según estos jueces, sus compañeros desplegaron durante el Pleno «un deshinhibido repertorio de medias verdades, desahogos verbales y argumentaciones poco rigurosas» sin entrar el fondo jurídico del asunto…»
Esta afirmación, llegando de algunos Jueces del propio Tribunal Supremo, refleja la realidad de la manipulación a la que es sometida la Justicia y la falta de salud de la Justicia. No se entra, por parte de los Jueces, en el fondo de los asuntos en muchas ocasiones.
«…Medias verdades y argumentaciones poco rigurosas…» han llegado hasta el mismísimo Alto Tribunal.
No es sólo síntoma de falta de independencia, como argumenta Don Álvaro Cuesta –vocal del CGPJ– en ese mismo artículo cuando dice que «Los enemigos de la independencia del Poder Judicial son los enemigos de la democracia. Los mismos que están detrás de la corrupción y del crimen». Es también síntoma de la impunidad con la que operan muchas veces los Jueces. «¿Qué más da lo que haga o diga si no va a tener consecuencias para mí?» se podrían preguntar muchos de ellos al afrontar sus decisiones.
En esta Asociación conocemos muchos casos de esa impunidad, de esas medias verdades y de esas argumentaciones poco rigurosas por parte de algunos Jueces. Uno de los casos más evidentes lo pueden conocer pinchando aquí.
En cuanto al artículo titulado «La Justicia española es un peligro para la democracia» previamente citado, se pueden leer en él comentarios como estos:
«…el desprecio que, desde los más altos magistrados hasta algunos jueces de base, están demostrando hacia las sentencias dictadas por un tribunal superior a todos los españoles, como lo es el TEDH de Estrasburgo, ante el que deberían manifestar tanto respeto como el que ellos exigen a 47 millones de españoles para sus sentencias… el problema no es el hecho de que nos alejemos tanto del respeto a las libertades y a los derechos humanos, sino el efecto que eso produce en millones de españoles… El problema son las consecuencias no conscientes que producen en millones de cabezas, que después votan, los sucesivos comportamientos efectivamente autoritarios del incuestionable tercer poder del Estado, el judicial… la Justicia española es, muy probablemente, el mayor peligro para la democracia española…»
¿Qué ocurre con la salud de la Justicia?
¿Hasta cuándo lo vamos a permitir?
Tengamos presentes los cientos de miles de familias que han perdido sus casas con ejecuciones de hipotecas o deshaucios por sentencias en las que no se venían a recoger adecuadamente los derechos básicos contemplados en la Constitución, pensemos en los miles de ahorradores afectados por los casos de Afinsa y similares, los accionistas del Banco Popular que han visto cómo su inversión desaparecía amparada en unas decisiones que parecen ser de lo más discutible, pensemos en los afectados por una Sanidad cada vez más precaria, que permite abusos como los ligados a cientos de miles de enfermos -es especialmente sangrante los ligados a los medicamentos-, pensemos en los casos de corrupción «tapados» con el amparo de la Justicia y de los que les hemos podido dar referencia a través de nuestros Posts en esta Asociación, pensemos en los cientos que no hemos conocido o que habiéndolos conocido, los afectados han preferido mantenerse en el anonimato.
Pensemos en todas aquellas -probablemente cientos o miles- de familias y de personas que han sido meticulosamente destruidos por sentencias o por autos de archivo sin fundamentar adecuadamente, muchas veces con el ánimo de «tapar» situaciones de corruptos ligados de alguna manera con un mayor poder que aquellos denunciantes que vinieron a ponerlo de relieve. Pensemos en las vidas destruidas de denunciantes que, en vez de verse protegidos por la Justicia o por la Ley, ven cómo sus vidas y las de sus familias se ven arruinadas y destruidas por haber tenido el valor de pedir que se observara la Ley.
¿Estamos tan lejos de una revolución?
¿Hasta cuándo aguantará la ciudadanía estos abusos?