Acoso, amenazas, despidos, denuncias, falsas acusaciones y… finalmente la muerte civil, personal y profesional.
Elconfidencial.com en este extenso artículo pone de relieve lo que verdaderamente ocurre en España cuando se denuncia corrupción. Lo hace, de la mano de los testimonios de algunos de los numerosos ciudadanos que han sufrido las consecuencias de haberlo hecho:
Todo un proceso de tortura institucionalizado que deja claro el mensaje de que en España es mejor no denunciar la corrupción: las consecuencias de hacerlo pueden ser fatales para quien lo hace.
«La mayoría de los denunciantes, dice Jaime González, acaban sufriendo un patrón de acoso parecido. Primero se les advierte, después se les aísla y finalmente se busca expedientarlos, despedirlos o acusarlos de calumnia»
Hay en el artículo también un denominador común: la valentía y la honestidad de los denunciantes que vienen de decir que si tuvieran que volver a empezar, lo volverían a hacer.
Se presentan los casos de José Manuel Cantó que denunció a la Agencia de Medio Ambiente de Huelva -con amenazas de muerte incluidas-.
Francho Chabier Mayayo del caso Plaza en Aragón
Carles Martínez que trabajaba para el Servei d’Ocupació de Cataluña, Juanjo Romero denunciante de irregularidades de AENA,
el interventor Fernando Urruticoechea.